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Who made my clothes- Fashion Revolution Week I

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Who made my clothes- Fashion Revolution Week I

 

Tenía preparado otro post para este mes pero las circunstancias me han hecho dejarlo aparcado para más adelante y escribir otra cosa.

Ya hace algún tiempo que vemos por las redes sociales algunas campañas de apoyo al pequeño comercio y al producto de proximidad, de reivindicación de la artesanía, de la producción sostenible y el consumo racional.

Además del 23 a 29 de abril se celebra la Fashion Revolution Week en conmemoración del derrumbe de una fábrica textil en Bangladesh.

Estos días de confinamiento, viendo cómo han cerrado los comercios, cómo pequeñas empresas como la mía han decido paralizar los envíos, y viendo también, cómo muchas personas siguen haciendo compras de cosas insustanciales a grandes empresas, me ha hecho querer poner mis ideas en orden. Cosa nada fácil, por otro lado.

 

Le doy vueltas y todo son contradicciones.

 

Entonces pienso si me estoy equivocando. Si soy yo la que va al revés del mundo. Permíteme que piense en voz alta y lo comparta contigo.

En vez de comprar en el pequeño comercio vamos a las grandes superficies o compramos en Amazon. En vez de comprar la pizza en la pizzería artesana la compramos en Telepizza. Hemos adquirido unas costumbres que han adormecido nuestro criterio, nuestro gusto, nuestro paladar, nuestro sentido crítico… Costumbres que hacen que seamos como todos los demás, que anulan nuestra diferencia, nuestra esencia.

Durante muchos años hemos asistido a un consumismo desmesurado. Hemos creado la sociedad del querer aparentar (ser o tener)  para no sentirnos diferentes, para no sentirnos menos. Porque nos han dicho que «nos lo merecemos». «Nos lo merecemos» porque sí. Así, sin trabajárnoslo, simplemente por existir. Tal vez eso no sea «merecerlo», ¿no?. Te mereces las cosas que te ganas con trabajo, con esfuerzo, con el conocimiento para conseguirlo, con algo… pero no porque sí… ¿Qué piensas? ¿Me merezco un chalet en la sierra porque sí?

 

 

Nos han incitado (y nos hemos dejado convencer) a comprar, a poseer, sin darle importancia ni al acto de comprar, ni al objeto adquirido, ni a las posibles repercusiones. Lo único que tenía importancia era que cada vez que pasáramos por la tienda (una vez por semana o cada quince días) encontráramos cosas nuevas, porque en caso contrario nos podríamos aburrir, claro… y eso, no se puede consentir.

Pero esas compras, en realidad, sólo nos llenaban en ese momento porque en muchas ocasiones las prendas se quedaban en el armario sin estrenar. ¿Te ha pasado esto alguna vez? A mí, por suerte, pocas, pero alguna. Y esto me causaba malestar, una sensación extraña, ¿culpabilidad, tal vez?

 

Mucha de la ropa que he llevado en mi vida me la ha hecho mi madre. Estas prendas eran especiales para mí y vestirlas me hacía sentir bien, especial, me sentía identificada con ellas. Esta ropa me hacía sentirme «muy yo». Será por eso que la cultura del «usar y tirar» nunca ha ido conmigo. Y tú, ¿te identificas con la ropa que llevas?¿O eres más de cambiar mucho?

 

También podemos pensar en cómo han sido fabricadas estas prendas. Con un tejido de mala calidad, que al primer lavado se deforma. Con un patronaje atroz que hace que la prenda nos siente mal a la mayoría. En unas «fábricas» donde los operarios (la mayoría mujeres) trabajan en condiciones infrahumanas y cobrando un salario que no les permite salir de la pobreza. Y todo eso para que, quienes vivimos en el «primer mundo», podamos cambiarnos de vestido tres veces al día.

 

¿Desconocimiento/Ignorancia? ¿Egoísmo? ¿Insolidaridad? ¿Indiferencia?

 

Y esto sólo con la ropa, pero también ocurre en otros ámbitos. Yo conozco gente que ha tirado muebles que estaban en buen estado por ser antiguos. Y se han comprado unos nuevos (en una gran cadena nórdica) porque tenían un aire antiguo muy moderno… Igual, si en vez de pasar horas buscando muebles nuevos con aire viejo, hubieran ido a una tienda de bricolaje, hubieran comprado una lija y un bote de pintura, habrían tenido su mueble moderno/antiguo con aire antiguo pero moderno…. ¿me explico? Y si no sabes hacerlo hay muchas opciones: buscas un tutorial en internet, contratas un profesional… pero no lo tiras, que desperdicios ya generamos muchos en nuestro día a día.

 

Cuantas más vueltas le doy, más vueltas le doy, en serio. No sé si voy a tener suficiente sólo con esta entrada para decir todo lo que se me pasa por la cabeza.

A ver… si no compras, las tiendas cierran. Si las tiendas cierran, las fábricas cierran. Si las fábricas cierran, las personas se quedan sin trabajo. Si las personas se quedan sin trabajo, no ganan dinero para vivir.

Por otro lado, si compras, hay muchas personas explotadas por grandes empresas que les pagan poco. Si los trabajadores cobran poco, no salen de la pobreza. La calidad de los productos es baja. Y eso hace que aumenten los residuos.

 

Tal vez la solución sea comprar menos pero mejor, ¿no crees?

 

Yo pienso… si una bobina de hilo de 100 metros vale 2,50€, ¿cómo puede valer 2€ un fular de 2 metros por 60 centímetros? Algo no está bien ¿no?. Alguien debe pagar la diferencia. ¿Quién? Pues la pobre operaria que está en un almacén inmundo en Bangladesh cobrando una miseria y con el riesgo de que se le caiga el techo encima.

No sé si me gusta esta sociedad que hemos creado. Con tantos avances, con tantas facilidades para tantas cosas… y con tanta desigualdad.

Y tú, ¿qué piensas? ¿Te has planteado alguna vez quién hace tu ropa? ¿Porqué se vende tan barato? ¿Porqué necesitamos tener tanto?

¡¡Cuéntamelo!!

 

Diseño en Tuttisu por Sandra G.
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